El italiano Carlo Taglia, de 29 años, viajó por todo el mundo por tierra y mar. Para conocer el mundo y conocerse a sí mismo, viajó 95,450 kilómetros en 528 días.
18 meses de tiempo libre, un boleto de avión para llegar al punto de partida, falta de miedo. Esta es la fórmula para un viaje exitoso alrededor del mundo: tres elementos que pueden abrir cualquier puerta, según el viajero y blogger de 29 años Carlo Taglia.
Su última aventura, durante la cual calculó la ecuación de la felicidad, comenzó en Katmandú, en Nepal, con un simple apretón de manos. Carlo estaba buscando una escolta para atravesar el macizo del Annapurna. Entonces conoció a Kim, un chico nacido y criado en el Himalaya, que se presentó como un "alpinista". Carlo le creyó y se llevó con él: así comenzó un viaje de 528 días, 95,450 kilómetros y 24 naciones. Viajando sin avión. Puede sobrevivir junto con el personaje principal con la ayuda de fotografías vívidas y descripciones en vivo en las páginas del sitio especial de la edición italiana de La Stampa, titulada "¿No es el paraíso?" www.lastampa.it/medialab/webdoc/se-questo-e-il-paradiso
El viaje de Carlo Taglia es una odisea, por el contrario, "un estudio que me llevó lejos de casa en busca de mí mismo". Una aventura prolongada le dio tiempo y la oportunidad de aprender más sobre otras culturas, de vivir entre los pueblos con quienes el destino se había encontrado. Y ser curado. Después de un período adolescente difícil, enfermedad y muerte de un pariente, Carlo encontró la manera de deshacerse del dolor que lo capturó.
Durante un año y medio, dejó su vida habitual. El presupuesto? Todos sus ahorros, 13 mil euros, más ganancias ocasionales mientras viaja.
Después de Annapurna, llegando a su punto máximo, Carlo se acercó a la frontera con India. Entró en Gorakhpur, la puerta de entrada al país. Allí conoció la vida de una ciudad fronteriza, dejando pasar a miles de viajeros indiferentes, capaces de ignorar incluso el cadáver humano, perdido en la estación de ferrocarril entre basura y ratas. India Carlo cruzó de norte a sur. Allí se comunicó con ermitaños, practicó meditación y visitó santuarios budistas.
Durante un tiempo incluso trabajó, se fue al mar en un yate con dos indios. Luego fue a Kuala Lumpur, se involucró en una campaña de aventuras en la selva y nuevamente subió al norte para llegar a China. Caminé por Shanghai, visité Corea del Sur y navegué en un buque de carga al otro lado del planeta. Después de veinte días de viaje, terminó en Buenaventura, en Colombia. A Carlo le gusta recordar esta ciudad como "la más peligrosa del mundo, con tasas de mortalidad más altas que en Bagdad y Ciudad de México".
Desde el puerto de Buenaventura, comenzaron las aventuras sudamericanas. Carlo probó la Ayahuasca, la bebida mágica de las tribus amazónicas y andinas. Bailó en las calles de Río, trabajó en Córdoba (Argentina), escaló los picos de la Patagonia, se sumergió en las aguas de los lagos volcánicos a una altitud de cuatro mil metros. Después de eso regresó a Europa y lo cruzó todo, hasta Vladivostok.